8/5/18

"La lluvia" por Mauricio Vallejo Márquez




Escrito de Mauricio Vallejo Márquez, Escritor y coordinador del Suplemento Tres mil del Diario Colatino

Me encanta la lluvia. Desde pequeño dejaba cualquier cosa por verla caer, deslizarse por el follaje de los árboles y de pronto inundarlo todo. Me encanta el sonido en melodiosa percusión azotando los tejados, como si el cielo proveyera un excelso concierto, que lo cotidiano hace ver como normal.

Siempre me pareció un milagro la lluvia, el ciclo hídrico me pareció asombroso a pesar de repetir el tema cada año mientras estudiaba educación básica. Los ríos que generaban sus caudales entre la grama y la tierra me parecían enormes accidentes geográficos que en mi ingenua niñez me explicaba que en su momento la lluvia diseño el mundo, y lo alimenta.

Mi abuela Josefina me decía que don Hugo Lindo invitaba a sus hijos a ver la lluvia. Nunca le pregunte a don Ricardo cómo era esa experiencia, pero tenía la certeza que a don Hugo le encantaba la lluvia, no solo por ser poeta sino porque publicó un libro llamado Maneras de llover.

Quizá lo más hermoso de ver llover es que me siento en esas edades, vuelvo a vivir cada escenario. Casi como cambiar de canal en la televisión, siento cada uno de esos momentos que viví bajo la lluvia. Aquella ocasión en que Edgar Nasser y yo buscábamos respuesta a la existencia y recorríamos San Salvador y la lluvia nos sorprendió. Seguimos caminando.

Así como lo seguí haciendo en todo mi Tercer Ciclo cuando regresaba a casa, solo para sentir como la lluvia empapaba mi ropa. Así como aquellos momentos en que acompañé a Diana en busca de un tambo de gas cuando las calles de San Ramón aún eran de tierra y quedamos empapados sin encontrar el gas.

 Y me parece revivir todas aquellas mañanas junto a Tony Alexander enfrentando el Mitch para ir al colegio. Y a pesar de llegar mojados no dejamos que la inclemencia arruinará la alegría. Aunque muchas veces junto al timbre de la salida volvía a sonar la lluvia.

 Los regresos del colegio junto a mi hijo Santiago cuando llovía a cántaros por mucho tiempo y me atreví a caminar sobre la correntada que cubría mis pies. Y esas noches en que toda la Facultad de Derecho de la UTEC se reunía en la primera planta del Simón Bolívar para esperar que la lluvia escampe para poder salir a tomar el bus y volver a sus casas.

La lluvia me evoca tantas cosas. Algunas que recuerdo en silencio y hacen que me surja una sonrisa y me alegre el alma. Así como ese deseo de adolescencia de besar mientras la lluvia nos acaricia.

Me siento como un niño cada vez que llueve, y al escampar sonrío porque la lluvia me sigue impresionando como el primer día que vi llover.

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